Wednesday, March 11, 2009

La Palestinización de Cuba

Por Nelson Taylor
Ontario, Canadá

Nos hemos acostumbrado a escuchar, a través de los años, que la pacificación del Medio Oriente no sucederá mientras no se resuelva el problema de Palestina. Tantas veces ha sido repetido por líderes y analistas políticos que, en ocasiones, sin apenas reparar en la falta de vínculo entre la evacuación de un asentamiento judío en Samaria y la ejecución de un gay en Teherán, lo damos por sentado.

Pareciera que una especie de conspiración académico-política llevara a la creación de determinados adagios. Ese empieza a ser el caso de la llamada “plena integración de Cuba a las instituciones regionales”. Según Nelson Jobim, ministro de defensa brasileño, “un punto fundamental para que los Estados Unidos tengan una buena relación con Sudamérica ... es importante que cambie (su) política con Cuba”. Lo anterior fue planteado el 9 de marzo pasado durante la reunión en Santiago de Chile del Consejo de Defensa Suramericano (CDS). El susodicho ministro continuó diciendo: “su condición de cambio en la relación con Cuba es condición para una representación de Estados Unidos con América del Sur”. Disculpe por pensar que el propio nombre del CDS excluía a naciones fuera de Sudamérica.

En términos similares se referían los ministros de Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay. Todos se refirieron a la necesidad de terminar con ‘el discriminatorio e injusto bloqueo, el aislamiento y la mentalidad de guerra fría’ por parte de Estados Unidos hacia la Cuba de Castro. El uruguayo llegó a decir que “hoy no refleja absolutamente ningún problema de seguridad para los Estados Unidos, y la política de Estados Unidos respecto a Cuba está más determinada por un 'lobby' de presión interno cubano-norteamericano que por lo que sea el análisis frío de la realidad de los fenómenos que se pueden relacionar entre dos países”. Probablemente nuestro querido ministro uruguayo se encontraba vacacionando en Punta del Este cuando, en septiembre de 2001, Ana Belén Montes, la analista de inteligencia sobre Cuba de más alto rango en el Pentágono, fuera detenida por espionaje. Montes espió para Castro de principios de los 80 y se le atribuye la muerte de, al menos, un oficial estadounidense. Su arresto se produjo previo al ataque a Afganistán, por temor a que revelara datos confidenciales a las fuerzas anti-americanas.

Quizás nuestro amigo uruguayo debiera saber que, además de lo anterior, Montes participó en la elaboración del documento mediante el cual la administración Clinton determinó, en 1998, que la Cuba de Castro ya no representaba una amenaza para Estados Unidos o la región. ¡Interesante coincidencia! Tal vez nuestros “hermanos latinoamericanos”, los mismos que se niegan a reconocer la existencia de prisioneros de conciencia en Cuba y terminan haciendo pucheros ante El Comandante (mientras ignoran a la disidencia interna) debieran, de una vez y por todas, prestarle algo de atención a las alegaciones de “la gusanera” de Miami. Por los canales hispanos de televisión de la Florida desfilan innumerables ex agentes que no han cesado nunca de nombrar a decenas de infiltrados en todas las intituciones norteamericanas, sobre todo en las universidades e instituciones académicas. Se estiman en cientos los espías, diseminados no solo por Norteamérica, sino también por Centro y Sudamérica, así como Europa.

No obstante, el coro de cámara, integrado (por ahora) por las voces principales de eruditos en Cuba y políticos con tendencias izquierdoides y las voces secundarias de algún que otro entretenido, comienzan a entonar la nueva sinfonía del cambio. Esta treta Castro-Chavista persigue poner a la adminstración de Obama en una posición de paria regional, al cual no le quedaría otra alternativa que escuchar y por cansancio obedecer las voces concertadas de académicos y representantes de las democracias de tumulto (como las acuñara un amigo recientemente) de América Latina.

Lo interesante del caso es que Cuba, que no está situada geográficamente en Sudamérica, salga a colación como posible pieza de canje en un organismo que, por definición, comprende exclusivamente a las naciones sudamericanas. Para mayor sorpresa, el ministro brasileño espeta con relación a la entrada de Rusia como observador: “por ahora no ... los rusos están muy lejos, hay otras personas más cerca”. ¿Estaremos asistiendo al renacer del Pacto de Varsovia, esta vez integrado por las flamantes democracias de tumulto? Quién sabe si un día nos despertáramos (parafraseando al comandante) ante la sorpresa de un Consejo de Defensa Suramericano integrado por los Castros, los Putin y los Ayatolas.

Por ahora, lo único que sabemos con certeza, es que la mafia castrista, tal y como Hamas en Gaza, no está interesado ni en la música de cámara ni en la real transición hacia la democracia, sino en dejar que el mundo organice conciertos de paz que le otorguen crédito (político y monetario) y la posibilidad de continuar la legitimización de su poder absoluto.

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